1.- ¡IMBÉCIL!
~Narrador Externo~
-No llores, por
favor –dice Alex secando las lágrimas de Abi, con un pañuelo que saca de su
bolso- no merece tus lágrimas.
-No me puedes
entender, yo lo quería mucho. Lo quiero mucho.
-Pero te tienes que
olvidar, él no merece tus lágrimas –Abi no vuelve a contestar. ¿Para qué? Si
sabe que su amiga tiene toda la razón del mundo- Vamos a hacer una cosa. Te
arreglas, bajamos con Lidia y Sara, y vamos a la agencia de viajes ¿Te parece
bien?
-Ahora mismo no,
pero como de todas formas me vas a convencer, vale.
-Así me gusta. Anda
a limpiarte esa cara con agua fría y te espero a bajo con las demás.
La noche de ayer no
fue muy buena para Abi. Tras un año y medio de relación con su exnovio, el
chico al que más ha amado en su vida, tomó la decisión más dura de su vida.
Rompió con él, pues no quería vivir una farsa después de haberle visto
besándose con otra.
Abi y sus amigas se
conocieron de pequeñas en la guardería. Desde el momento en que Sara les
pronunció a todas aquél “¿Queréis ser mis amigas?”, se volvieron inseparables.
Abi. Tiene
diecinueve años. Su nombre entero es Abigail, pero a pesar de que todo el mundo
le dice que es un nombre muy bonito, ella lo odia, por eso prefiere que la
llamen Abi. Ella es la más despistada. Es bajita, su pelo es castaño y los ojos
marrones. Es delgada, es una de esas personas que comen mucho y no engordan. Es
amable y muy graciosa, pero desconfiada también lo es un rato. Si algo no le
sale bien puede llegar a ser muy testaruda, a veces hasta llega a ser un poco…
¿irritante?, ¿borde? Ante los problemas se suele hacer la dura, pero su corazón
por dentro está partido a mil pedazos y en cuanto está sola se derrumba, como
en estos momentos. Su sueño algún día es ser cantante.
Alexia, conocida
también como Alex, tiene el pelo castaño y ojos azul agua. Es una muchacha muy
alegre. Siempre está contenta, por eso cuando la ves llorar, te hace sentir
mal. Se podría decir que es la más responsable de todas. Tiene diecinueve años.
Siempre se preocupa por todas sus amigas. Si necesitas un hombro para llorar y
una boca para que te de consejos, ahí tendrás siempre a Alex. Su sueño es ser
modelo y diseñar su propia línea de ropa. Pero sobretodo, quiere encontrar al
hombre de su vida, un chico que la llene del todo, que sea amable, cariñoso,
que sea igual que ella.
Sara es rubia, ojos
marrones, amable, inteligente… Es la más pequeña, tiene dieciocho años. Lo más
importante de ella es su vergüenza. Es muy muy muy muy vergonzosa. Lleva
coladita de un chico desde que lo conoció y aun no se lo ha dicho. También es
una chica muy indecisa, cambia más de opinión que de bragas. Es lo que siempre
le suele decir su madre. Pero cuando su cámara está cerca de ella, Sara muta,
se transforma en una Sara diferente. Solo existen ella y su cámara. ¿Su sueño?
Pues fácil, ser fotógrafa profesional.
Por último está
lidia. Rubia de ojos azul claro. Es la más grande de todas, veinte años. A ella
se la conoce como la torpe y payasa. Todas son muy graciosas, pero ella no
tiene límite, no para. Le gusta ir más libre, tomar sus propias decisiones. Ella
no es que quiera hacer nada en especial en su vida, ahora se dedica a la
peluquería, no gana mucho, pero si lo justo como para independizarse. Es la
única de todas que vive sin sus padres. Pero a ella eso le da igual, ella va
más a la antigua, prefiere que sea su marido quien trabaje duro para sacar a su
familia adelante.
Después de
refrescarse las ideas, baja al salón de su casa donde la esperan sus tres
amigas.
-Ven aquí –Sara y
Lidia la abrazan- Tú estate tranquila, que ya verás cómo en Londres encuentras
a alguien de quien te enamores y vivirás felizmente con aquél chico que sepa
conquistarte.
-Sí, seguro… Los
cuentos de hadas no existen Lidia.
-¿Y quién ha dicho
que sea un cuento de hadas? –dice ésta curiosa.
-El caso es… -dice
Sara mirando a Lidia indicando que cierre esa bocaza que tiene- …que en el mar
hay muchos peces –Abi la mira con cara de no entender- Vamos, que hay muchos
chicos, y no todos son iguales.
-Bueno, ahora
dejemos de hablar de chicos y vámonos –dice Alex.
-Sí, por favor, no
quiero sacar más este tema, por ahora –replica Abi con los ojos húmedos.
~ ~ ~ ~
El avión acaba de
aterrizar en tierras Inglesas, un lunes trece de agosto. Las chicas bajan de él
y empiezan a chillar entre ellas y dar pequeños saltos de emoción. No se creen
que estén en Londres y que en pocos minutos, estén en su propio apartamento,
las cinco solas, sin los pesados de sus padres. Aun así no han olvidado las
últimas palabras de ellos: “O encontráis trabajo en unas semanas o nos veremos
pronto en casa”. Cogen sus equipajes y cogen uno de los famosos “Black cubs”
que quedan libres.
-Nos puede dejar
aquí –el taxista nos ayuda a cada una a bajar del taxi y nos entrega el
equipaje del maletero- Muy amable –dice Alex, pagándole al taxista, que se
dedica a sonreírla.
-Aleluya, creía que
nunca llegaríamos –se queja Lidia.
-No me extraña, con
lo nerviosa e impaciente que eres… Has estado todo el viaje replicando
–contesta Sara- te comportas como una niña pequeña.
-¿Yo? ¿Pequeña?
JA-JA-JA –dice Lidia con tono burlón- te recuerdo que soy la mayor.
-Lo sé, pero de DNI, de inteligencia
pongamos unos… ¿tres años?
-Uaaalaaaa, lo que
le ha dicho –dice Abi un poco más animada.
-Bueno chicas, ya
está, tengamos la fiesta en paz –interrumpe Alex.
-Anda, si sabe que
es broma –dice Sara.
Al momento ya están
todas riéndose y abrazándose. En realidad todas son como niñas pequeñas y
consentidas. Pero se quieren demasiado como para pelearse por bobadas. En eso,
sí que son maduras. Arrastran sus maletas hasta recepción de su edificio.
-Hola, soy Ryan,
vuestro portero, vosotras debéis ser las recién llegadas de Barcelona, ¿no es
así?
-Acertaste. Yo soy
Lidia, y ellas son Abi, Alex y Sara.
-Encantado, nos
veremos mucho por aquí. Aquí tenéis vuestras llaves, hay cuatro copias. Si
necesitáis algo, aquí estaré.
-Gracias.
~Narra Abi ~
El ascensor para.
Planta b.
-Buscad el número
veintidós –dice Lidia que lleva el mando.
-¡Allí al fondo! –salta
Sara. Lidia introduce la llave en el pomo.
-¡Venga! –grito,
pero solo empeoro las cosas, Lidia va cada vez más lenta.
Me adelanto y la
aparto. Cojo las llaves y les doy dos vueltas. Al fin, la puerta queda abierta.
Pasamos poco a poco, yo la primera. Todo eso es enorme, aunque los muebles
están anticuados. De momento solo hemos visto el salón combinado con el
comedor, la cocina y el baño compartido.
-Que feo… -dice
Lidia arrugando la nariz. Siempre hace eso cuando no le gusta algo.
-No es tan feo…
solo hay que darle unos retoques –concreta Alex.
-¡Pero si aún no lo
hemos visto todo, tiquismiquis! Vamos a ver las habitaciones.
La primera es
enorme, tiene una cama individual con una mesita de noche al lado, un escritorio
amplio, nada más entrar a la derecha, muchas estanterías y un armario que
recubre todo el lateral izquierdo. Las paredes son de un rosa clarito y el techo blanco.
La segunda
habitación es bastante más pequeña que la anterior, aunque esta tiene baño
incorporado. Tiene una cama individual y una mesita de noche, una pequeña mesa
de estudio, con una lamparita y cajones. También hay estanterías encima de la
cama y del escritorio. El armario es la mitad de pequeño que el de la otra
habitación. El color es naranja. El baño consta de tres piezas, una bañera de
hidromasajes nueva, un váter y un lavabo.
La tercera, es más
pequeña que la primera pero más grande que la segunda. Predomina el color verde
claro. Tiene una cama de matrimonio, con dos mesitas de noche. El escritorio es
bastante pequeño, pero una se puede apañar con él perfectamente, el armario es
grande y el baño incorporado también consta de tres piezas, aunque con el otro,
se diferencia por la ducha en vez de la bañera de hidromasajes.
La cuarta y última
habitación es exactamente igual que la primera, solo que la tapicería es
turquesa.
-¡Me pido la
segunda! –digo para que no me la quiten.
-A mí me da igual -dice
Sara- me quedo con la que sobre.
-Pues yo la primera
que hemos visto –dice Alex.
-Pues yo voy a ser
generosa y le dejaré a Sara la tercera, que tiene baño y yo me quedaré con la
última.
-Gracias –Sara
abraza a Lidia.
-Bueno, ahora
¿Quién se apunta a acompañarme a comprar comida? –pregunta Sara.
-¡Yo! –dice Lidia.
-No, si no te
importa déjame a mí –le digo- necesito que me dé el aire.
-Está bien, yo me
quedo aquí con Alex instalándonos –dice Lidia sin replicar.
Salimos del
apartamento. Hoy es uno de esos típicos días en que Londres está todo negro. El
cielo está cubierto de oscuras nubes, no hay ni un hueco azul. Las calles están
vacías, supongo que porqué estará a punto de diluviar, el tiempo no tiene muy buen
aspecto. Entramos en un supermercado. Se puede distinguir por las grandes
letras del cartel que pone: “SUPERMARKET”. Es bastante grande y hay de todo.
Por el momento no compramos muchas cosas, ya que hemos de distribuirnos el
dinero.
-Abi, deja ya de
coger cosas o nos quedaremos sin dinero la primera semana –me manifiesta Sara.
-Vale, vale… Dejaré
algo.
Me he encaprichado
de tonterías, chucherías y otras cosas que no necesitábamos. Recapacito y dejo
lo innecesario en su sitio. Sara se encarga de pagar mientras yo voy metiendo
todo en una bolsa. Salimos del supermercado y empieza a chispear. De lejos
vemos como un relámpago ilumina el fondo de la calle.
-Más vale que
corramos o la tormenta nos atrapará –Sara acelera el paso.
-No hace falta
correr, el apartamento está aquí al lado.
-No seas vaga y
espabila que tenemos diez minutos.
-Que mandona, si lo
sé no te acompaño.
Sara me manda
espabilar, y después de quejarme, la obedezco. Cada vez empieza a llover más.
No ha sido muy buena idea salir en pantalones cortos y manga corta. Saco las
llaves de la portería y las introduzco. Intento girar el ojo de la cerradura,
pero supongo que al ser nueva la llave, se atasca. Opto por picar al timbre y a
los pocos minutos, Ryan nos abre.
-¡Chicas! Vais
empapadas…
-Lo sabemos, la
llave se ha atascado y no podíamos abrir.
-Normal, es que las
llaves son nuevas. Debéis tener un poco de paciencia.
-Bueno, ahora ya
está. Gracias, Ryan. Nos vemos –nos despedimos del portero y picamos al
ascensor.
“Closing doors” dice el molesto ascensor. Ya me doy cuenta de que las
puertas se están cerrando.
-¿Qué crees que es
lo peor de Londres? –le pregunto a Sara.
-No sé, de momento
no tengo quejas.
-Pues yo sí. Tener
que subir cada día en este maldito ascensor.
-Que quejica…
“Floor b, opening
doors”. Las puertas se abren, tal y como indica la vocecita. Un imbécil de ojos
verdes y pelo escarola –hay que reconocer que irresistiblemente sexy-, se choca
conmigo, haciendo caer las llaves de mi mano, por no dejarme salir.
-Per… -se disculpa
el muchacho a medias, pues le interrumpo.
-¿¡PERO HAS VISTO LO
QUE HAS HECHO!? Por ser tan impaciente se me han colado las llaves por el
agujero del ascensor –digo agachándome e iluminando el oscuro hueco con la luz
de la pantalla del móvil. Sara no dice nada, pues como siempre, hay un desconocido,
vergüenza modo activado, igual a Sara boca cerrada.
-Uy… me iba a
disculpar, pero una gruñona se me ha adelantado.
-Imbécil… -susurro.
-¿Qué has dicho? –dice
el chico agachándose y alzándome la barbilla.
-Ah, que aparte de
despistado y torpe ¿eres sordo?
-A mí no me hables
así eh… Esta vez lo dejaré pasar eh, pero a la próxima me tendrás que invitar a
un café. Ya bajo por las escaleras –dice burlón y con una sonrisa de superioridad-
¡Ah! –dice ahora dirigiéndose a Sara- espero que no seas igual de gruñona que
tu amiga –guiña un ojo y desaparece después de mirarme y sonreírme
con aires de satisfacción.
-Joder… ¡CABRÓN! –grito
entre las paredes.
-Cálmate –me dice
Sara- ¿no ves que solo lo ha hecho para fastidiar?
-Puede, ¿pero tú no
ves que las llaves se han caído por el hueco?
-Sí, estaba aquí.
-Ah, es que como no
hablabas se me había olvidado que existías.
-Te has pasado –dice
Sara saliendo del ascensor, regresando al apartamento mientras yo bajo al
vestíbulo.
No debería haber
tocado el tema de Sara. Es vergonzosa por una razón y yo voy y por culpa del
chaval me las cargo con ella. Ryan está agachado, buscando unos papeles de debajo
del mostrador. Toco el timbre que hay encima.
-Dime Abi.
-Ryan… ha habido un
problemilla.
-¿Cuál?
-Se me han colado
las llaves por el hueco del ascensor…
-Bueno, no te
preocupes, sube y en cuanto las recupere ya te las daré.
-Muchísimas
gracias.